Eduardo García Moure significa en el mundo de sindicalismo cristiano, una de sus más relevantes personalidades. Hombre de modesta condición económica nacido en Cuba, país donde precisamente dio comienzo a su extraordinaria trayectoria como defensor de los derechos sociales y económicos de los trabajadores de América Latina.

La Juventud Obrera Católica en Cuba le brindó la oportunidad de fortalecer su conciencia proletaria y de sumar conocimiento conceptuales de lo que significa luchar en favor de los más olvidados.

Muchos los recuerdan como dirigente del Sindicato del Comercio de la Central Única de Trabajadores de Cuba. Ahí conoció las penurias, no solamente de los miembros de su organización, sino también de otros trabajadores del campo y la ciudad. Por esta razón y consciente de las perspectivas de una revolución que podía reivindicar a los trabajadores, compartió ideas con Camilo Cienfuegos y acciones en el Movimiento 26 de Julio en la Revolución Cubana.

Al darse cuenta de las desviaciones de ese proceso, opto por retirarse, compartiendo esa decisión con miles de dirigentes sindicales cristianos, sin que ello significara alejarse de sus ideas en favor de los olvidados de siempre. Por eso, condenó el bloqueo y defendió el derecho de su patria de participar en toda acción sindical internacional, en la unidad de quienes compartían la misma voluntad en América Latina y El Caribe.

Después de sufrir las consecuencias de su sana rebeldía y el derecho irrenunciable de seguir en la contienda, lejos de todo totalitarismo, logró emigrar a Venezuela, en donde lo esperaban los dirigentes de la Central Latinoamericana Sindical Cristiana- CLASC, organización que bajo la conducción de Emilio Máspero, y otros notables dirigentes sindicales de la región, asumió la denominación de Central Latinoamericana de Trabajadores – CLAT. 

Eduardo como así le llamaban con el mayor sentido de fraternidad, hombres y mujeres trabajadores se desplazó pro toda la región llevando un mensaje de hermandad y de ferviente fe en la reivindicación social y económica de quienes, con su trabajo, hacen posible la riqueza como bien común de todos y para todos. 

Fue así como llegó a los congresos de la CLAT elegido como Secretario General Adjunto, al lado de Emilio y, al producirse la triste desaparición de este gran líder cristiano, el Congreso de la CLAT le encomendó la Secretaría General.

En la historia del sindicalismo latinoamericano figura su nombre en letras mayúsculas porque fue promotor de organizaciones de trabajadores autónomas, democráticas y fraternas, de acuerdo con el ideario del Movimiento de Trabajadores y Trabajadoras de la Ciudad y el Campo, tanto de asalariados como de trabajadores informales, populares, sociales, cooperativas, jubilados y pensionados. Él compartió ese gran proyecto de construir la Comunidad Latinoamericana y Caribeña de Naciones, llevando la energía de su discurso y la acción unitaria, con el propósito de hacer de la región, la gran patria de los latinoamericanos y caribeños. 

En medio del dolor de quienes supieron disfrutar de su accionar sindical y de su palabra orientadora, recibieron la triste noticia de su fallecimiento el 23 de abril del 2018, hace exactamente un lustro. En esta fecha la CLAC-WOW le renueva homenaje, el siempre viva de su recuerdo imborrable.