Somos conscientes que la realidad de estas primeras décadas del siglo XXI nos muestra un escenario de profunda crisis, que ha puesto de lado en la práctica al sindicalismo, como uno de los principales actores sociales. En todo caso no es el mismo que animó las posibilidades reivindicativas de los trabajadores en las primeras décadas del siglo pasado. Y lo que es peor, no estamos en las condiciones más adecuadas para contrarrestar las acciones de las políticas económicas establecidas por los grupos tradicionales de poder.
Esto significa, entonces, que corresponde a los trabajadores formales e informales, en primer lugar, resistir con dignidad y coherencia, acumular fuerzas y elaborar respuestas y propuestas concretas y alternativas. A ello hay que sumar el inicio firme y seguro, de un nuevo proceso de amplia orientación sindical, de aproximación solidaria, de unidad de posiciones y acciones doctrinarias dirigidas, sobre todo, a la juventud trabajadora, dejando de lado las diferencias de todo tipo.
Desde la perspectiva del sindicalismo cristiano esto es factible. Su visión proactiva, propositiva y colaborativa lo demuestra. Tal enunciado se debe interpretar como una aspiración que permita cambiar ideas y experiencias que nos lleven a redefinir el papel, la responsabilidad y el protagonismo de los trabajadores, frente a las nuevas políticas sociales al nuevo desarrollo social, debido a que los mismos no pueden ni deben depender solamente del Estado, ni solamente del mercado laboral, sino que debe involucrar a toda la sociedad civil en la cual el trabajo organizado sigue siendo la clave de toda la cuestión social, de todo lo social y de todo lo humano.
Aquí en América Latina hemos escuchado este clamor, sobre todo en lo correspondiente a la auto-reestructuración de todo el movimiento sindical, de su pensamiento, de su discurso, de sus metodologías, de sus políticas, tácticas, estrategias, y de respuestas y de sus propuestas. El clamor repercute también en organizaciones como la Organizacion Mundial de Trabajadores-WOW- porque contribuye a un cambio profundo de la filosofía, de la ética y de la cultura que ha predominado hasta ahora en el sindicalismo, en gran parte, sumido en el egoísmo corporatista, en complicidades perversas, con partidos políticos, gobiernos y sectores del empresariado, gravemente mutilado por cúpulas corruptas que han convertido la organización sindical en instrumento de tal corrupción, de la mentira, de los más turbios negociados.
Estamos seguros que el nuevo mensaje de la Organización Mundial de Trabajadores-WOW- se encuentra ajustado a nuevas respuestas y propuestas en lo social y en lo humano. Es que solo así lo puede ser si profundiza en todo su quehacer la ética de la justicia y de la solidaridad y asume las realidades y situaciones globales de una clase trabajadora, cuya mayoría está ya condenada a la pobreza, a la miseria, a la exclusión social.
Pero, también, es menester, que se asuma que está completamente agotado el discurso y la práctica reivindicativa tradicional limitada no solo a aspectos economicistas puntuales y muy superficiales y que se disponga a asumir a fondo los grandes problemas de la sociedad civil y de la nación entera, un sindicalismo de profunda raigambre nacional popular y latinoamericanista, que juegue a fondo su protagonismo determinante en los grandes problemas de la economía, de la sociedad, del Estado, tratando de hacer respetar y aplicar con honestidad y tenacidad, la causa del trabajo humano en toda su globalidad, en toda su centralidad, en todas sus consecuencias.
Solo esto contribuirá a rescatar la confianza, el apoyo, la credibilidad de los propios trabajadores, de la opinión pública, del pueblo y la nación. Solo así estaremos listos y bien equipados para ganar batallas y, ahora, con propuestas diferentes, acorde con el siglo XXI, y abrir camino y relaciones de fuerzas y de poder nuevas, para desarrollar un proyecto de nueva sociedad, solidario, proactivo y propositivo.